Una de las palabras que se han escuchado sin cesar desde nuestro estallido social es diálogo, algo que teníamos completamente olvidado y que implica una acción que al parecer no sabemos hacer. Quizá la culpa de que nos hayamos olvidado de dialogar la tienen muchos factores: la vida moderna, la falta de tiempo y la tecnología que nos absorbe y nos aísla. O quizá no es que se nos olvidó, sino que no sabemos hacerlo. A lo mejor nunca hemos sabido. Y aún menos sabemos escuchar. Y eso es grave.
Una de las palabras que se han escuchado sin cesar desde nuestro estallido social es diálogo, algo que teníamos completamente olvidado y que implica una acción que al parecer no sabemos hacer. Quizá la culpa de que nos hayamos olvidado de dialogar la tienen muchos factores: la vida moderna, la falta de tiempo y la tecnología que nos absorbe y nos aísla. O quizá no es que se nos olvidó, sino que no sabemos hacerlo. A lo mejor nunca hemos sabido. Y aún menos sabemos escuchar. Y eso es grave.
¿Qué es dialogar? Es tener una conversación en la que los interlocutores tienen la misma oportunidad de participar y en la que se busca un entendimiento mutuo. Dialogar es hablar con una persona sobre algún tema, alternando los turnos de la palabra. Es discutir con la intención de llegar a un acuerdo o de encontrar una solución.
En estos tiempos, más que nunca, me parece que es urgente empezar a enseñar a dialogar de manera consciente para fomentar la capacidad de escuchar, la tolerancia y la confianza. Y como adultos tal vez debemos aprenderlo nosotros antes de enseñarlo, para así ir creando espacios de diálogo donde anteriormente había más monólogos y sermones hacia nuestros niños que probablemente necesitan que les hablemos, pero también que los escuchemos activamente. Ellos probablemente también quieren y deben exponer sus opiniones e ideas en un ambiente tranquilo, de calma y de libertad, y para eso es muy importante que sientan que siempre tenemos tiempo para dialogar. Esta actitud los hará darse cuenta de que nos interesamos en sus problemas.
Dialogar no significa bombardear a los niños con preguntas y que ellos respondan con monosílabos, eso es un interrogatorio. Es más, esa dinámica de comunicación aleja al diálogo. También, muchas veces queremos que los hijos nos digan lo que nosotros queremos oír y ellos probablemente nos van a decir lo que ellos creen que queremos oír. En eso claramente hay ausencia de diálogo y ausencia de escucha activa. El saber escuchar es también clave al momento de dialogar, algo que debemos aprender, entrenar y practicar para poder realmente escuchar a nuestros hijos. No se trata solo de dejar hablar al otro, sino que es interesarse por lo que están diciendo, poner atención y ponerse en su lugar para tratar de entender qué está diciendo, aunque no estemos de acuerdo.
El diálogo es un valor fundamental para la convivencia y un ejercicio de empatía, ya que debemos aprender, y también nuestros hijos, que dialogar no significa imponer nuestro punto de vista u opinión. Que podemos dialogar y no pensar igual, pero respetando el punto de vista del otro. Dialogar nos ayuda a conocernos, a comprendernos. Nos sirve para aprender del otro, para adquirir otros puntos de vista. Nos ayuda a abrir nuestra mente, a aprender a controlar impulsos y a auto regular nuestras emociones.
Pongamos atención a cómo nos comunicamos familiarmente, a la forma en que le hablamos a nuestros hijos e hijas, a cómo los escuchamos. Y, sobre todo, fijémonos si les estamos dando un espacio de calma, de tranquilidad y de confianza para que puedan dar su opinión, razonar y dialogar.
Para empezar cualquier diálogo o a practicar para que luego fluya solo, es importante ponernos a la altura de nuestros hijos y darles toda nuestra atención. Atención visual mirándolos a los ojos, atención corporal estando predispuestos a escucharlos, sin teléfono en la mano y abriendo nuestros oídos completamente. Y para gatillar el diálogo, podemos empezar con frases que reflejen nuestro interés y preocupación por un determinado tema o por algo que les haya pasado, por ejemplo: “me imagino que te debe haber dado mucha pena” o “entiendo que estés enojado y frustrado con lo que pasó”. Otro tip es contarles historias de nuestra infancia y vida con los que puedan identificarse y desde ahí comenzar a contarnos algo que necesiten contar.
Es fundamental que logremos hacer de esto un hábito y para eso debemos intentar practicarlo cada día. Así, en el futuro nuestros hijos serán adultos que realmente sabrán dialogar con sus familiares, con sus amigos, parejas, compatriotas y con el mundo.
María José Buttazzoni para Revista Paula / Ilustración Sofía Valenzuela
22 Nov 2019 01:48 pm
Commentaires